La
silla que puede cambiar la vida de muchas personas en el
mundo.
En la actualidad,
según datos de la UNESCO,
todavía existen 57
millones de niños y niñas en el mundo sin escolarizar, de los cuales el 44% se
encuentra en África Subsahariana. Estos
niños y niñas ven vulnerado su derecho a la educación, recogido en numerosos
tratados internacionales.
Los beneficios de la educación
están ampliamente reconocidos: la educación amplía el acceso a otros derechos y
favorece el progreso conjunto de la sociedad, promueve la libertad y la
autonomía personal y genera importantes beneficios para el desarrollo personal.
Asimismo, la educación
es un instrumento poderoso para reducir la pobreza y la desigualdad.
Ahora bien, si ya el
año pasado -al crear la campaña de “La Silla Roja”-, se centrarnos en la
necesidad de garantizar el acceso a la escuela de los niños y niñas de todo el
mundo, este año han querido hacer
hincapié en lo importante que es que esa educación a la que accedan sea de
calidad. De todos los menores del planeta en edad de cursar la Primaria ,cerca de 200 millones están recibiendo una educación de
baja calidad, es decir, no
terminan de aprender a leer y escribir.
"EL DERECHO DE APRENDER ES DE TODOS"
Una educación de calidad es una educación
proveniente de profesoras y profesores cualificados, una educación que contemple
los valores y las emociones, equitativa y solidaria, que transforme a las
personas y que, en definitiva, las convierta en seres humanos inteligentes -por
dentro y por fuera-, responsables y capaces del bien común.
Sin embargo, faltan 1.700.000 maestros y maestras
para cumplir con el objetivo de garantizar la educación primaria universal. Solamente en África, el déficit de maestros y
maestras es de un millón- y en muchos lugares del mundo, el profesorado no
recibe formación ni remuneración adecuadas. La falta de calidad afecta a los
niños, pero sobre todo a las niñas de familias empobrecidas y a aquellos
pertenecientes a determinados colectivos -menores trabajadores, refugiados,
desplazados, migrantes o que viven en países en conflicto, o con necesidades
especiales- por citar sólo algunos ejemplos.
Por ello, la preocupación de nuestro tiempo ha dejado de ser únicamente el acceso generalizado a la enseñanza básica para centrarse en que ese acceso se produzca con calidad, se extienda a lo largo de toda la vida, y haga posible que las personas aspiren a mejores condiciones de vida y que las sociedades se desarrollen equitativa y sosteniblemente.
Por ello, la preocupación de nuestro tiempo ha dejado de ser únicamente el acceso generalizado a la enseñanza básica para centrarse en que ese acceso se produzca con calidad, se extienda a lo largo de toda la vida, y haga posible que las personas aspiren a mejores condiciones de vida y que las sociedades se desarrollen equitativa y sosteniblemente.
De hecho, hoy en día se extiende el convencimiento
de que la calidad es parte inherente al derecho a la
educación. Como
bien señala Orlando Pulido Chaves: “Cuando hablamos de la educación como
derecho estamos entendiendo que la calidad es uno de los atributos del derecho,
una de sus condiciones esenciales, pero nos referimos a ella, no como un insumo
que se incorpora a la educación desde fuera, sino como una de sus cualidades
constitutivas”.