martes, 15 de abril de 2014

TRANSFORMAR LA EDUCACIÓN

En la era de las redes sociales, el profesor no puede limitarse a transmitir conocimiento sino que tiene que instruir sobre cómo encontrar, compartir o redistribuir la información.




Durante siglos eran pocos los elegidos que aprendían a leer y escribir y recibían esta instrucción en su casa a cargo de tutores. Hasta que llegó la revolución industrial y surgieron las primeras escuelas. Hacía falta enseñar al menos los rudimentos básicos del cálculo y la escritura a los trabajadores de las fábricas o de los mercados. Desde entonces, y han pasado más de 200 años, el mundo se ha globalizado y los avances técnicos son meteóricos, pero las clases se siguen impartiendo en el mismo espacio con el mismo método que entonces: el maestro o profesor dicta una lección y los alumnos toman apuntes y, de vez en cuando, preguntan. Así que toca voltear el sistema de arriba abajo, desde la escuela infantil hasta la universidad.
No queda otra opción que transformar la educación para no perder comba en un mundo en constante cambio. El escenario lo plantea muy bien Cristóbal Cobo, investigador de la Universidad de Oxford: “Si a lo largo del año pasamos casi tres meses conectados a Internet y cerca de cuatro dormidos, nos queda muy poco tiempo para pensar”. Por eso considera que no hay que intentar competir con las máquinas, sino “desarrollar la capacidad de encontrar, de compartir o redistribuir esa información”. Y para ello se necesita echar mano de la última tecnología. Según un estudio del banco de inversión Ibis Capital, la industria del e-learning (contenidos, plataformas, portales de aprendizaje) movió en 2012 más de 66.400 millones de euros en todo el mundo, y la expectativa de crecimiento es del 23% hasta 2017.

COMUNICACIÓN Y TECNOLOGÍA

Xavier Prats Monné, el nuevo director de Educación de la Comisión Europea, va más allá y opina que por primera vez los alumnos son los que lideran el cambio educativo. “¿Por qué? Porque traducen en la escuela y la universidad su experiencia diaria: están acostumbrados a colaborar gracias a Internet y a que sus amistades no dependan de su situación geográfica”, explicaba recientemente en una entrevista en este diario. Y se comparaba con ellos: “Para mi generación, la diferencia entre comunicarse físicamente o virtualmente por Skype es muy fuerte; pero para la de mis hijos, la comunicación es algo mucho más sofisticado porque la tecnología es parte natural de su experiencia cotidiana”.
“Internet tiene ventanas en todas partes y la función del profesor debe ser la de cribar. Igual que hasta ahora elegía lecturas”, dice un catedrático
“Hubo un tiempo en el que la escuela tenía garantizada esa opción de ver mundo. Pero hoy no tiene ningún sentido que existan maestros maravillosos como el de la película La lengua de las mariposas, que encandilaba a sus alumnos contando historias asombrosas sobre cosas que ocurrían fuera del pueblo”, sostiene Mariano Fernández-Enguita, catedrático de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid. “Internet tiene ventanas a todas partes y la función del profesor, más que impartir conocimiento, debe ser la de cribar. Igual que hasta ahora elegía las lecturas”. En los campus universitarios se repite la misma situación. “No tiene sentido que en un aulario enorme los alumnos de Medicina vean cuatro huesos alrededor del profesor. Para eso están los vídeos”, subraya Josep Valor, profesor de Sistemas de Información de la escuela de negocios IESE.
“Hay quien asegura que el problema de la educación con las nuevas tecnologías es el mismo que el de los fabricantes de hielo cuando surgieron las neveras. Pero nosotros no ofrecemos hielo, sino frío. Nosotros, los educadores, enseñamos a aprender”, precisó Cobo en el foro Educar para transformar de la Universidad Europea de Madrid. Bruselas ha dejado claro a los países de la UE que sus alumnos deben aprender estas herramientas imprescindibles para ser capaces de desenvolverse en la vida y usar la tecnología. Los profesores deben, por tanto, enseñar de otra manera para que sus pupilos aprendan mejor. Pero el aprendizaje no termina ahí. “Es un asunto de los políticos, la comunidad educativa y los padres. A mí me sorprendía ir por la calle y que la gente me dijese: ‘¡Qué mal tiene usted la educación!”, ironizaba recientemente Ángel Gabilondo, el último ministro socialista.
Fernández-Enguita, más extremista que casi todos los expertos educativos, está seguro de que el docente dentro de un aula “no ha muerto ni va a morir” porque la educación hasta los 16 años es obligatoria y tiene una función de custodia para los más pequeños, pero que si no lo haría. Muchos expertos creen que cuanta mayor es la información que se puede consumir, menor es nuestra concentración en algo concreto. “El alumno se pregunta: ‘¿Por qué tengo que atender a eso y no estoy haciendo otras cosas?’. Es difícil captar su interés. Por eso han subido las tasas de déficit de hiperactividad”, subraya Fernández-Enguita.
Vamos, piensa este sociólogo, hacia una educación en la Red en la que no queda claro quién enseña y quién aprende y sin límites de espacio y tiempo. Una idea en la que también ahonda Cobo: “La tecnología ha diluido las barreras entre distintas disciplinas. Rompe con la idea de un aula, un docente y unos contenidos”. Y al establecer un nuevo paradigma, “el aprendizaje es la Red y nos hace entender la sociedad como algo en permanente evolución”. Este desfase actual entre los avances tecnológicos y una enseñanza en los centros anclado en el siglo XVIII ha provocado en Estados Unidos un aumento de los niños que reciben clase en casa (home schooling).
“Hay que adaptar el aprendizaje a las necesidades. Se habla mucho del cambio de currículo, pero no de las aplicaciones”, observa Pierre-Antoine Ullmo, al frente de la empresa PAU Education. “En los últimos dos años ha habido una irrupción de tecnología más accesible para los alumnos y formadores”. Ullmo dirige un ambicioso proyecto, Open Education Challenge, apadrinado por la Unión Europea, que pretende crear una incubadora que promueva la creación de nuevas empresas (start-ups) relacionadas con la innovación, el desarrollo de tecnologías y el diseño web.

Detrás de este programa hay inversores habituados a arriesgar su dinero en la Bolsa y sectores punteros. Porque en esta nueva era, la educación, piensan muchos, debe dejar de ser vista como un campo acotado al Estado y perder el miedo a su mercantilización, como ocurre ya en Estados Unidos o Israel. “Si la gente compra juegos para su portátil, ¿por qué no productos educativos? El mayor error es pensar que la educación está reñida con la diversión”, reflexionó el director de Educación de la Comisión Europea en EL PAÍS.

Fuente: EL PAIS

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