Lamentablemente ya no hace falta
irse a los otros países para ver niños en situaciones de
pobreza. Según datos de Unicef, cerca del 27% de los niños
españoles viven en situación de pobreza. Este porcentaje, que representa
más de la cuarta parte de la población infantil se ve todavía peor si lo
traducimos a números absolutos: cerca de 2,2 millones de nuestros niños viven
por debajo del umbral de pobreza. 2,2 millones de niños con sus nombres, sus
sonrisas y sus ganas de jugar. La crisis, que nos afecta a todos, se ceba
especialmente con los más pequeños, con la injusticia añadida de que nada
tienen que ver con ella. Ante situaciones de crisis los niños, que dependen de
los adultos para todo, siempre son los más vulnerables.
Cómo la crisis afecta al futuro de los niños
Vivir en contextos de pobreza, a
cualquier edad, es malo pero cuando se trata de niños es aún mucho peor. Toda
la base de nuestra vida adulta se construye durante la infancia: nuestra
salud física y emocional, nuestras perspectivas de futuro, la educación…todo lo
que tenemos hoy está cimentado en las condiciones que tuvimos de niños. Y por
eso es tan importante cuidar a la infancia. La crisis está afectando a
nuestros niños en todos los aspectos y todos ellos están además relacionados
entre sí y se retroalimentan unos a otros.
La falta de recursos produce, por
ejemplo, que la alimentación no sea variada o ni siquiera adecuada. La
desnutrición o malnutrición infantil afecta no sólo al cuerpo, sino a cosas tan
importantes como el desarrollo cerebral y el aprendizaje. Comer mal en
la infancia puede derivar en problemas en la edad adulta como obesidad,
diabetes, problemas de huesos…
Las familias españolas más
afectadas por la crisis, y por tanto sus hijos, pueden tener problemas para
acceder a ciertos tratamientos sanitarios no cubiertos por los
sistemas de salud públicos, lo que incide directamente en la salud de nuestros
niños. Además, la falta de recursos empeora las oportunidades educativas,
dejando a muchos niños sin acceso a actividades extraescolares, o también a
actividades deportivas, culturales o de ocio.

Y por último, aunque no menos
importante están todos los factores psicológicos. El estrés familiar
afecta directamente a la construcción de la personalidad, la adquisición de
valores como la empatía o la generosidad e incluso la capacidad de amar. Tener
un ambiente familiar sano y relajado es fundamental para formar adultos sanos y
relajados, con poca tendencia a la violencia o a enfermedades mentales como la
depresión, con capacidad de formar vínculos fuertes con otros seres humanos.
Cada niño que nace en España nace
ya con una deuda. Esto es, sin duda, inadmisible. Los recortes en sanidad, en
educación o en ayudas sociales afectan directamente a los
niños. Afortunadamente cada vez somos más los que pensamos que esto debe
cambiar y por eso nos ponemos manos a la obra. Los niños, indefensos ante
la crisis, sufren ahora y sufrirán cuando sean adultos las consecuencias de
esta situación. El futuro debe construirse protegiendo a la infancia.
Derechos de imágenes: Runar
Pedersen Holkestad, Colby Stopa.
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